Los jóvenes se van al campamento, a un retiro o quizás a un viaje misionero. Cuando regresan, están privados de sueño, llenos de cafeína y listos para cambiar el mundo. Pero, más allá del resumen entrecortado que mamá o papá recibe en el camino de regreso a casa, los padres tienen poca idea de qué fue lo que encendió tanto entusiasmo durante la semana. La poca información que reciben será filtrada por el montaje sentimental en video que el ministro de jóvenes ya está apresurándose en preparar antes del domingo por la mañana. En una o dos semanas, con pocas excepciones, ese fuego se habrá apagado en la mayoría de los jóvenes, y sus hábitos de vida —buenos o malos— no serán muy diferentes de lo que eran antes del campamento.

Pero no solo los campamentos se desarrollan de esta manera en muchas iglesias. También ocurre con los retiros espirituales de fin de semana, las conferencias de liderazgo estudiantil, los viajes misioneros anuales. Y, sin embargo, si los padres son los principales formadores espirituales en la vida de sus hijos, ¿no deberían ser también socios en la formación espiritual que ocurre a través de estos eventos? ¡Y no me refiero solo a que colaboren escribiendo un cheque, manejando un autobús o trayendo bocadillos! Los padres deben apuntar a ser socios activos en cada aspecto del desarrollo espiritual de sus hijos, incluyendo cada actividad organizada por edades que se realice a través de la iglesia.

Pero, ¿cómo puede funcionar esto en la vida real, cuando eventos como los campamentos y retiros han sido planeados por tanto tiempo sin siquiera una mínima referencia al rol de los padres?

Una posibilidad es capacitar a los padres durante los eventos, para que puedan reforzar en casa lo que sus hijos aprendan en ese evento organizado por edades. Eso fue lo que hizo Steve, en Carolina del Norte, durante un evento de fin de semana llamado Metamorphosis para jóvenes. Anunció la capacitación para padres y colocó cincuenta sillas, pensando que quizás estaba sobreestimando cuántos papás y mamás harían el esfuerzo de asistir. Cuando llegaron más de doscientos padres, Steve descubrió que había muchos más padres deseando capacitación de lo que había imaginado al principio. No puedo garantizar cuántos padres asistirán a tu capacitación, pero sí puedo garantizar que los padres necesitan esa capacitación.

Pero, por favor, entiende esto: Este tipo de capacitación no es un evento separado y paralelo para padres; eso solo implicaría añadir un nuevo conjunto de actividades en lugar de rediseñar lo que ya estás haciendo. Tampoco es una reunión informativa; esas orientaciones son importantes y necesarias en ciertos momentos, pero no son lo mismo que una capacitación para padres. El objetivo de una reunión informativa es proporcionar, bueno, información. Pero en una capacitación, quieres hacer mucho más que solo informar. La capacitación que estamos describiendo aquí es un tiempo para equipar a los padres —típicamente antes o durante un evento para sus hijos— para que puedan aplicar en casa las verdades espirituales que sus hijos están aprendiendo a través del evento.

Este tipo de capacitación no es un accesorio; es tan importante como el evento mismo. Por eso, comienza a planificar la capacitación para padres al mismo tiempo que—¡o incluso antes de!—planear el evento. Realiza la capacitación en un momento en que sea probable que la mayoría de los padres puedan asistir. En algunas congregaciones, esto puede significar dedicar el estudio bíblico del miércoles por la noche como un espacio de entrenamiento para padres durante la semana del campamento juvenil. En otro contexto, podría implicar organizar una sesión de capacitación para mamás o papás justo después de la primera reunión informativa de un viaje misionero.

Independientemente de cuándo elijas capacitar a los padres, coordina cuidadosamente esa capacitación con el evento de jóvenes o de niños. El objetivo no es simplemente entrenar a los padres, sino capacitarlos para que puedan continuar en casa lo que sus hijos están recibiendo en la actividad. Enfoca la capacitación hacia una meta muy concreta y específica. Por ejemplo, una capacitación durante un campamento juvenil podría preparar a los padres y proveerles recursos para liderar cuatro semanas de “conversaciones de fe”, una por semana, durante el mes siguiente al campamento. Incluso podrías incluir dinámicas de juego de roles durante la sesión, para que los padres que nunca han dirigido una conversación de fe tengan la oportunidad de practicar.

O bien, en una sesión de capacitación que se realice durante un retiro espiritual, podrías trabajar actividades prácticas de discipulado familiar que ayuden a aplicar el contenido del retiro en el contexto de la vida diaria de cada familia durante la semana siguiente. Por ejemplo, podrías entregar a los padres una lista de preguntas abiertas para fomentar conversaciones significativas con sus hijos a lo largo de la semana.

Si es posible, haz que la capacitación sea intergeneracional: equipa a adultos mayores para que faciliten estas sesiones, tratándolos como padres y madres respetables dentro de la familia de la fe (1 Timoteo 5:1-2; Tito 2:1-3).