No fue lo primero que pensé, pero quizás fue lo segundo: ¿Cómo voy a decirles a los niños?

El doctor acababa de darme la fría y dura verdad: “Tu amigo Ken ha fallecido.” Ken era un querido amigo de la familia, un hombre que mis hijos adoraban. Era un miembro del personal de la iglesia donde yo servía como pastor, y murió repentinamente —en el edificio de la iglesia, en medio de su labor. Un ataque al corazón lo llevó en un instante a los brazos de su Salvador, en esa mañana nublada de otoño. Yo estaba atónito. Nuestro equipo pastoral estaba atónito. La congregación estaba atónita. Mis hijos, que lo “ayudaban” regularmente en la iglesia mientras yo asistía a reuniones, aconsejaba a miembros o preparaba sermones, serían los más impactados. Planeé cuidadosamente mi conversación con ellos y les di la triste noticia esa misma noche.

MENSAJERO DE MALAS NOTICIAS

Nuestra familia enfrentó la muerte nuevamente a fines del verano de 2015 con la partida repentina de mi padrastro. Al igual que Ken, amaba claramente a Jesús y buscaba agradarlo. Agradecidamente, no nos dolemos como los que no tienen esperanza (1 Tes. 4:13). Cuando llegó la noticia, mi esposa y yo tuvimos que enfrentar otra vez el desafío de comunicar esta noticia a nuestros cuatro hijos, que tenían entre 7 y 13 años.

Como pastor, siempre me ha resultado particularmente difícil ser el mensajero de malas noticias. Pero es aún más complejo cuando tienes que explicárselo a corazones jóvenes cuya capacidad de comprender la muerte y sus implicaciones es limitada. ¿Debemos suavizar el tema, usando términos vagos y no amenazantes? ¿O hablar directamente como lo haríamos con un adulto?

Mi esposa y yo hemos comprobado que ninguno de los dos enfoques funciona del todo. Por supuesto, cuánto y qué se dice debe adaptarse a la edad. Aun así, hay verdades bíblicas básicas que todos los niños deben saber.

Aquí hay cinco verdades fundamentales que hemos compartido con nuestros hijos cuando la muerte ha tocado cerca de casa:

1. LA MUERTE Y EL JUICIO NOS LLEGARÁN A TODOS.

Lamentablemente, la muerte es parte de nuestro mundo caído, y la Biblia no la oculta. El Salmo 139 nos dice que Dios ha contado nuestros días. Ya que la Palabra no minimiza esta verdad como algo “demasiado negativo”, nosotros tampoco deberíamos hacerlo.

Conocimos a una familia que nunca hablaba con sus hijos sobre noticias negativas, como desastres naturales o el 11 de septiembre. Prohibieron hablar de la muerte. Creo que eso es imprudente. Evitar las malas noticias prepara a los hijos para expectativas irreales y decepción en un mundo roto. Además, transmite —aunque sin intención— la idea de que la vida en la tierra es lo más importante. Y lo peor, no les da razones para comprender por qué el evangelio es realmente una buena noticia.

También hay un juicio que todos enfrentaremos (Heb. 9:27). Quiero que mis hijos sepan que, como decía el gran predicador bautista del sur R. G. Lee, algún día llegará un “día de pago” por la manera en que vivimos (2 Cor. 5:10).

2. LA MUERTE NO ES COMO DEBERÍA SER.

Esta verdad bíblica es lo que hace que la muerte sea tan triste. Díles a tus hijos que la muerte es un intruso en este mundo, que el pecado del primer Adán abrió la puerta por la que entró la maldición de la muerte. El libro No es como se supone que debe ser de Cornelius Plantinga (para adultos) es un excelente recurso para profundizar esta doctrina.

Explícales que por eso nos sentimos tristes cuando alguien muere. Al llorar, estamos reconociendo que en realidad no existe algo como una “muerte por causas naturales”.

3. PARA EL CRISTIANO, MORIR ES ESTAR CON JESÚS.

En Filipenses 1, el apóstol Pablo vacila entre quedarse en este mundo para avanzar el evangelio o partir y estar con Cristo. Luego dice: “Porque para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia” (Fil. 1:21). En una cultura que hace todo lo posible por evitar cualquier señal de envejecimiento o muerte, esta es una verdad profundamente contracultural. Pero para el creyente, cruzar el río frío de la muerte es el camino hacia el paraíso, hacia placeres que trascienden toda descripción humana.

4. LA MUERTE MORIRÁ UN DÍA.

Dales a tus hijos la increíble noticia de 1 Corintios 15:26: “El último enemigo que será eliminado es la muerte.” Cuando el “ya” se fusione con el “todavía no”, la muerte será destruida. Esta es una gran oportunidad para presentarles a Cristo, para animarlos a correr hacia la cruz donde Jesús tomó la llave de la muerte y la abrió desde adentro mediante su resurrección.

5. TODOS DEBEMOS PENSAR EN LA MUERTE.

No quiero que mis hijos vivan obsesionados o paralizados por el temor de la eternidad. Pero el pastor y teólogo del siglo XVIII, Jonathan Edwards, es un gran ejemplo de la necesidad de reflexionar sobre la muerte, incluso desde joven. En su séptima resolución escribió: “Resuelvo pensar mucho en lo breve que es la vida” (Sal. 90:17).

Edwards entendía que la vida es un vapor, y que la muerte debería motivarnos a vivir para otro mundo. Enséñales a tus hijos que para los que están en Cristo, lo mejor está por venir.

¿Y QUÉ DECIMOS CUANDO MUERE UN INCRÉDULO?

¿Cómo hablamos con nuestros hijos sobre alguien que parece haber muerto sin fe? Esto es aún más difícil, pero es una oportunidad clave para hablar de la eternidad: del cielo y del infierno. No debemos ser menos claros sobre el infierno que nuestro Señor, quien habló mucho más del juicio que del paraíso.

Ya sea que hable con adultos o con niños, siempre evito especular sobre el destino eterno de alguien que parece haber muerto en incredulidad. Por supuesto, dejo claro que cualquiera que sea salvo debe venir a Dios por medio de la fe en Jesús. Pero les decimos a nuestros hijos (y yo también se lo digo a familiares de incrédulos) que esa persona está en manos de Dios —un juez justo y recto que hará lo correcto. No lo digo para evitar o minimizar la realidad del juicio de Dios, sino porque no me corresponde a mí ocupar el lugar del juez eterno. Ese lugar le pertenece solo a Dios.

Aunque hay mucho más que podríamos decir sobre la muerte, nuestros hijos necesitan estar preparados —de forma apropiada a su edad— para vivir en un mundo cautivo del pecado y la muerte. Y necesitan ver por qué la buena noticia del rescate de Dios en Cristo, y su victoria sobre la muerte en la cruz del Calvario, es verdaderamente una buena noticia.