Los pastores deben tener amigos dentro de sus iglesias
LA SOLEDAD Y EL AISLAMIENTO SON LUCHAS COMUNES INCLUSO PARA LOS PASTORES MÁS EXTROVERTIDOS, Y NOS RECUERDAN QUE AQUELLOS LLAMADOS A PASTOREAR EL REBAÑO DE DIOS TAMBIÉN NECESITAN SER MINISTRADOS.
¿Alguna vez has estado en una sala llena de personas y, aun así, te has sentido solo? La soledad y el aislamiento son luchas comunes incluso para los pastores más extrovertidos, y nos recuerdan que aquellos llamados a pastorear el rebaño de Dios también necesitan ser ministrados.
Cuando era un pastor joven, me aconsejaron nunca hacerme amigo cercano de nadie en mi congregación. Este consejo, aunque bien intencionado para protegerme, solo profundizó mi sensación de aislamiento y desesperación. Anhelaba relaciones con aquellos con quienes vivía y veía con regularidad.
La iglesia local se llama familia por una razón; adoramos juntos, celebramos nuestras alegrías y enfrentamos nuestras luchas en comunidad. Nuestra familia de la iglesia debería vernos tanto en nuestros mejores como en nuestros peores momentos, y estar bien con ambos. ¿Cómo podemos esperar que nuestra congregación se vea a sí misma como una familia si los pastores no están dispuestos a ser parte de esa familia?
Reconocer esta necesidad cambió por completo mi perspectiva y mi experiencia en el ministerio. Me llevó a entender cuatro cosas sobre los pastores y su necesidad de compañerismo.
1. Los pastores son miembros de la iglesia
Tal vez sea algo obvio, pero un empleado de la iglesia no ha dejado de ser miembro de la iglesia. Un miembro está en comunidad con el cuerpo de Cristo, no solo vocacionalmente como pastor, sino también personalmente como amigo.
Lucas se refiere a la iglesia como un cuerpo de creyentes dedicados “a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración” (Hechos 2:42); los apóstoles están incluidos entre los miembros.
La comunidad íntima que se describe a lo largo de Hechos no ocurre a distancia, sino a través de la participación activa. El pastor y su familia no son meros consejeros, sino amigos que genuinamente desean conocer y cuidar a sus hermanos y hermanas en Cristo. Los pastores deben ver la congregación como “nosotros” y no como “yo y ellos”.
2. Los miembros de la iglesia son conocidos
Vivir en comunidad requiere permitir que otros entren en nuestras vidas. Jesús mismo nos da ejemplo de esto. Cuando llamó a sus discípulos, ellos no lo siguieron a distancia; fueron invitados a compartir su vida.
Este concepto es difícil, especialmente para el pastor y su familia, quienes ya pueden sentirse separados o constantemente observados. Sin embargo, convertirse en miembro de una familia requiere ser conocido y tener un esfuerzo genuino y un deseo sincero de ser conocido más allá de una “imagen pública” o de una versión idealizada en redes sociales.
Ser conocido requiere intencionalidad. Tomemos como ejemplo el matrimonio. El período de luna de miel es maravilloso, pero no se compara con la intimidad que se experimenta después de años de matrimonio. Lo mismo es cierto en el ministerio pastoral. Los primeros meses en una nueva iglesia suelen estar llenos de compromisos sociales pero solo con relaciones superficiales. La verdadera intimidad requiere tiempo y esfuerzo.
Cuando Jesús preguntó a los discípulos: “¿Y ustedes, quién dicen que soy yo?”, y Pedro respondió: “Tú eres el Cristo”, esa respuesta llegó después de mucho tiempo compartido. Sin embargo, Pedro y los demás discípulos aún tenían mucho camino por recorrer para conocer a Jesús.
Si anhelamos relaciones profundas, debemos dedicar tiempo y esfuerzo deliberadamente para construirlas. ¿Cómo sucede esto en tu caso? ¿Estás invitando a los miembros de la iglesia a tu hogar, aceptando invitaciones a los suyos, invitando a otros a participar en actividades que disfrutas, teniendo conversaciones reales y simplemente siendo tú mismo?
3. La comunidad requiere vulnerabilidad
Los pastores a menudo predican la importancia de la comunidad pero fallan en ponerla en práctica ellos mismos. La verdadera comunidad requiere vulnerabilidad. No me refiero a confesiones llorosas en la cafetería local. Pero cuando alguien te pregunta cómo puede orar por ti, comparte una petición real. No permitas que el orgullo impida la vulnerabilidad.
La noche antes de su crucifixión, Jesús invitó a sus discípulos a orar con él en Getsemaní. Sí, se quedaron dormidos, pero Jesús los invitó a orar con él en su hora de necesidad de todos modos. La vulnerabilidad genuina puede ir más allá de la oración, pero la vida cristiana no existe sin la oración. ¿Cuándo fue la última vez que invitaste a un miembro de la iglesia a orar por ti en un momento real de necesidad?
4. Los pastores también necesitan ser ministrados
Recientemente, un miembro de la iglesia se ofreció a preparar una comida para mi familia. No había una necesidad inmediata ni una petición específica; su motivación fue simplemente un acto de amor y bondad. Sin embargo, por orgullo, rechacé su oferta. Afortunadamente, ella me confrontó con una reprensión rápida y necesaria, expresando su aprecio por cómo ministramos a su familia, y cómo ella veía este gesto como una oportunidad para ministrarnos a nosotros.
Al rechazar la hospitalidad genuina de la congregación, podemos transmitir inadvertidamente el mensaje de que no necesitamos el mismo cuidado y ministerio que incansablemente ofrecemos a nuestro rebaño. Como pastores, debemos estar dispuestos a admitir que necesitamos a nuestra congregación tanto como ellos nos necesitan a nosotros. Y Dios tiene la intención de que esta necesidad sea suplida precisamente por ellos, nuestra familia de fe.
5. Jesús recibió ministerio
Jesús pasó su ministerio terrenal satisfaciendo necesidades y enseñando fielmente las verdades del Reino, todo mientras al mismo tiempo recibía amabilidad, hospitalidad y aliento de otros. Experimentó amistades genuinas con aquellos a quienes enseñó y sirvió.
Que su ejemplo nos recuerde cómo recibir humildemente el ministerio de otros. Que comprometamos nuestras vidas a un cuerpo de creyentes, confesemos nuestros temores e inseguridades, y hagamos el esfuerzo de integrarnos profundamente en la familia que Dios nos ha confiado para guiar.