La respuesta a esta pregunta es un rotundo “sí”. Esta cuestión es clave para entender la salvación, la santidad de Dios y la naturaleza de la expiación de Cristo.

Desde el principio, las Escrituras establecen el requerimiento de una obediencia perfecta a Dios. Adán y Eva fueron expulsados del Edén por un solo pecado, según Génesis 3. Dios tampoco les da la opción de recuperar su relación con Él simplemente intentando obedecer la mayor parte del tiempo. La única esperanza es la promesa de salvación a través de la descendencia de la mujer en Génesis 3:15. El hecho de que Dios haya vestido a Adán y Eva con túnicas también es llamativo, y quizás se refiere a un tipo de expiación.

Algunas personas argumentan que el pacto mosaico no exige una obediencia perfecta, porque Israel fue castigado por una desobediencia constante, no por violaciones ocasionales de la ley. Sin embargo, la estructura del pacto mosaico señala que la perfección sin pecado era necesaria. El sistema sacrificial muestra que nadie, por más piadoso que fuera, podía evitar la necesidad de expiar sus pecados. Todos, sin excepción, necesitaban sacrificios, lo que apunta a la necesidad de una obediencia perfecta.

El Nuevo Testamento afirma esta necesidad. Por ejemplo, Santiago 2:10 dice que “cualquiera que guarda toda la ley, pero ofende en un solo punto, se hace culpable de todos.” La palabra “culpable” significa “culpable ante Dios”; no solo implica responsabilidad, sino una transgresión total. Esto demuestra que la obediencia perfecta es esencial, ya que incluso un solo pecado nos convierte en transgresores.

Pablo dice en Gálatas 3:10 que “todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, porque escrito está: Maldito todo el que no permanece en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas.” Y luego insiste en Gálatas 5:3, diciendo: “Testifico de nuevo a todo hombre que acepta la circuncisión, que está obligado a guardar toda la ley.”

Según Pablo, entonces, si alguien depende de la ley para justificarse, está bajo maldición si no cumple todo lo que la ley manda. El cumplimiento total o perfecto es esencial para escapar de la maldición de la ley, de acuerdo con Deuteronomio 27:26. Pero, como sabemos, nadie puede cumplir la ley perfectamente, excepto Cristo.

Algunos podrían objetar que los sacrificios del Antiguo Testamento permitían la expiación de los pecados, por lo que la obediencia perfecta no sería necesaria. Sin embargo, esto no toma en cuenta el cumplimiento definitivo de estos sacrificios en Cristo. Cristo vino a ser el sacrificio perfecto, y al rechazar Su sacrificio, uno se aparta de la única fuente de perdón.

La Biblia, entonces, enseña que la obediencia perfecta a Dios es obligatoria para la salvación. El problema es que ningún ser humano puede obedecer a Dios perfectamente. Todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios. Nuestra incapacidad de obedecer a Dios de esta manera resalta nuestra necesidad de Cristo, quien sí cumplió la ley perfectamente por nosotros. El sacrificio de Cristo es la única manera en que podemos ser justificados ante Dios.